El deporte de alto rendimiento, así como muchos otros ámbitos, ha vivido en
los últimos tiempos una evolución “casi” insostenible. Las ciencias aplicadas y
la tecnología han avanzado llevando al deportista de competición a un estadio
de excelencia física, técnica y táctica, preparándolo sobradamente para el
máximo rendimiento. En este marco de sobrepreparación, la diferencia ya no la
marcan las horas de entrenamiento, el talento o el detallado conocimiento de la lógica del juego, en muchas ocasiones el
“plus” dependerá del nivel de compromiso hacia un estilo de vida, lo que se
conoce como el entrenamiento invisible.
El entrenamiento invisible es todo aquello que hace el deportista mientras
no está entrenando. Actitudes, hábitos, gestión del tiempo, nutrición, descanso…
en definitiva su estilo de vida, dentro del cual por su naturaleza “invisible”
me gusta incluir su “juego interior” o nivel de preparación mental i emocional.
Dado el grado de excelencia que exige rendir en la actualidad, ser un campeón
exigirá un desarrollo integral del deportista, en el que sin duda resultará
esencial partir des de la persona (entrenamiento invisible) hacia el deportista
(entrenamiento visible).
Un ejemplo reciente es el caso del tenista Novak Djokovic, la misteriosa mejora
en su rendimiento y actitud, la cual lo
han llevado a ser indiscutible número uno, ha sido según el propio tenista gracias
al minucioso seguimiento en su nutrición por Igor Cetojeviv. El destacado
nutricionista especialista en medicina oriental eliminó el gluten de su dieta. Más
allá de la posible intolerancia del tenista hacia el gluten, el secreto yace en
el establecimiento de un mayor compromiso con sus objetivos, el esfuerzo de
cuidar hasta el más mínimo detalle la alimentación, el orden, el descanso y
hasta los propios pensamientos, han conducido a Djokovic a un cambio de actitud
y una mejor preparación mental. Des de lo personal e invisible hacia lo deportivo:
pensando, comiendo, descansando, viviendo e incluso soñando, para competir como
un número uno.